LA JUVENTUD ANTE SU PROPIO ESCENARIO: EL ESCENARIO REAL

LA GENERACIÓN ACOMODADA Y LA NUEVA JUVENTUD
Hasta hoy las facciones políticas de todo signo existentes en este país  han pervertido, distorsionado y subvertido, por medio de un continuo juego retorico y cínico, el escenario real, en donde chocan los intereses de clase que subyacen en la sociedad actual: a saber,  la generación acomodada y la generación precaria, la generación colocada y la generación perdida, la generación con presente y con futuro y la generación sin presente ni futuro.
Esta línea divisoria, definida sangrantemente  por la brutal diferencia entre las expectativas de renta per cápita e índice de paro de la Generación Perdida  y  el poder adquisitivo e índice de paro de la generación colocada y acomodada, marca la línea divisoria del campo de batalla por la nueva lucha política en este país.

LA CONCENTRACIÓN Y MONOPOLIZACIÓN POLÍTICA DE LOS INTERESES ECONÓMICOS
El especial ensañamiento de esta crisis con la Generación Perdida no es ni mucho menos producto de una mera casualidad. Su causa no es muy antigua y tiene su origen en la juventud misma. El progresivo apolitismo y absentismo electoral de la población joven durante las últimas 2 décadas inició un proceso paulatino de cesión y trasvase de poder ciudadano desde la generación joven a la adulta; concentrando y monopolizando, de este modo, la población adulta el poder político en menoscabo de la juventud, y por tanto concentrando y monopolizando la población adulta los privilegios económicos e intereses estratégicos a costa de la juventud. El resultado final de este proceso es este que ya conocemos.


LA GENERACIÓN PRECARIA, SIN RAICES POLITICAS
La crisis es la ocasión perfecta para discernir qué clases sociales son las que privilegia el poder y que clases sociales son las que aplasta el poder. Entre las clases privilegiadas podemos hallar a banqueros, políticos, sindicalistas, funcionarios, grandes grupos empresariales relacionados con la política. Por otra parte, las clases precarias, sobre las que el estado ejerce su violencia institucional con mayor fuerza. Se trata de clases sociales sin raíces políticas, y por lo tanto, clases sociales cuyos intereses se hallan completamente expuestos al abuso impune por parte del resto de representantes políticos. Esta clase precaria discriminada contractualmente esta formada por: estudiantes, jóvenes cualificados, jóvenes no cualificados, jóvenes sin experiencia laboral, jóvenes sin acceso a la financiación, jóvenes sin posibilidad de independizarse, jóvenes sin posibilidad de formar una familia, jóvenes condenados a cualificarse y sobrecualificarse infinitamente, jóvenes condenados a la precariedad, a la frustración, a la humillación social, a la perdida de autoestima, a la depresión, a la evasión y a la desesperación. Jóvenes abandonados por el sistema, jóvenes excluidos por el sistema, jóvenes desclasados, jóvenes condenados a dejar de ser clase media, jóvenes de hoy, jóvenes sin mañana, nosotros, los jóvenes, la  generación precaria.


ERROR HISTÓRICO

La apatía política, el apolitismo antimilitante, ese acratismo tan español, han sido los vicios democráticos que nos han llevado hasta aquí, y  no está mal reconocerlo. De hecho debe ser reconocido. Sin duda gran parte de la culpa es de la juventud misma, del conformismo, del contentismo, del concesionismo, del delegacionismo , del subscripcionismo, pero esta actitud, esta anti-actitud ya nos ha torturado bastante, el apolitismo juvenil de las últimas décadas ha transferido su poder indolentemente a las clases políticas del que hoy abusan. Esa concesión ha sido un error histórico que ha alimentado la cínica maquinaria política y el martillo propagandístico que hoy distorsionan y dividen a las verdaderas clases sociales y los verdaderos grupos de interés  de este país.


NO ES TARDE

No es tarde para enmendar los errores, para recuperar nuestra dimensión política como colectivo, como grupo de interés, como clase social, como generación con un destino común. Una juventud fuerte, es la mejor garantía para la salud de un país. Una juventud humillada, precaria, miserable, es la evidencia más profunda de que las generaciones  adultas han vendido todos sus valores a costa de nuestra miseria. 

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